Los miedos como maestros, no como identidad.
- mcorinaldesiflor
- 18 ago 2024
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 24 sept 2024
Los miedos han sido algo bastante presente en mi vida, desde chica. Miedo a la oscuridad (y tenía mis razones), miedo a no estar segura, miedo al dolor, miedo a no poder, etc etc.
Mi mamá siempre repetía la frase: "El mal que temí, ese vino sobre mí", lo que siempre me generó mucho malestar interno. No podía evitar sentir miedos pero no quería tenerlos, porque entonces se iban a manifestar.
Ella no me lo decía con ninguna maldad, imagino que me lo decía para que dejara mis miedos de lado y me animara. Pero una creencia profundamente arraigada, no se puede cambiar como por arte de magia, requiere bastante más.
Fui criada de una manera muy sobreprotegida, como si hubiera que llevarme de la mano porque yo sola no podía, como si me hubiesen enseñado a tener miedo, pero no a que tenía herramientas para conquistarlos. Por mucho tiempo, mi identidad fue la de miedosa, "siento miedo, soy re miedosa". Así solía hablar de mi misma, contarle a mis amigas como me angustiaba darme cuenta todos los miedos que tenía y ver cómo éstos me detenían.
Desde que decidí emigrar, mis miedos me han gritado, y el volúmen estuvo siempre tan alto, que era lo único que podía escuchar. Yo estaba saltando de mi zona de confort, soltando todo lo incómodamente cómodo, todo lo conocido y cotidiano.
En 3 meses decidí y organicé mi viaje a Australia. Desarmé el hogar que había construido, cerré mi consultorio privado, renuncié por primera vez a un trabajo, finalicé servicios, vendí mis posesiones. Corté todas las sogas que me amarraban, para poder dar el salto.
Así fui por mucho tiempo. Cuando algo se me metía en la cabeza, rápidamente lo hacía realidad, y si era algo que me asustaba, más impulsiva era. Sin embargo, con el tiempo y las experiencias, he aprendido a ser menos impulsiva porque, en mi impulsividad, muchas veces he corrido a ciegas y me he chocado contra paredes. Así sufrí una estafa antes de viajar en la que me robaron los $2000 dolares que eran para el pasaje de avión a Australia. Por alguna razón sacar los pasajes me generaba muchos nervios, entonces decidí hacerlo rapidamente, así me fue.
Durante esos 3 meses previos a viajar, 2 días estaba convencida de irme, y 3 me preguntaba si estaba haciendo lo correcto, si era lo mejor dejar mi zona de confort.
Si de algo sirvió esa estafa fue para sentir con seguridad que nada me iba a parar, que con miedos y todo, estaba lista para lanzarme a la aventura de viajar.
Sentí miedo y nervios de hacer escalas en aeropuertos de paises desconocidos, de tener trabajos que nunca había hecho en mi vida, de estar en un país donde se habla otro idioma, de no encajar, de perderme, de que me hagan algo, en fin, miedos, muchos.
Con el tiempo, y la conciencia en mi camino, he comprendido que no necesito afrontar mis miedos corriendo a ciegas hacia ellos, como cuando uno era chiquito y apagaba la luz de la pieza y corría para meterse rápidamente en la cama.
Había otras maneras, pero no las supe, hasta que las aprendí.
Durante mi estadía en Australia me he quedado por mucho tiempo en lugares que no eran los mejores para mí. Pero por miedo no me iba, miedo a viajar sola, miedo a lo desconocido. Así me fue.
Es que solemos pensar que "las cosas malas" que nos pasan en la vida son castigos, cuando en verdad, a veces la vida necesita sacudirnos un poco para ver si nos animamos a finalmente soltar lo que nos desconecta y encontrar lugares, trabajos, vínculos, donde florecer, donde brillar, de adentro hacia afuera.
Viví un año en la isla de Rottnest, Western Australia, y muchas veces pensé en irme. El trabajo era terrible, había violencia verbal, discriminación, racismo. Sin embargo, no me fui, me quedé un año, porque siempre me convencía que podía seguir aguantando un poco más, porque afrontar mis miedos me resultaba más incómodo que la incomodidad en la que ya vivía.
Cuando un hombre del trabajo me lastimó, la vida se me rompió, y finalmente decidí irme de la isla, con destino a Exmouth.
Lo que sucedió me rompió en mil pedazos. Me sumió en una crisis existencial tal, que ni mi espiritualidad podía sostenerme. Mi fe, que me sostuvo en tantos momentos dolorosos de mi vida, se me había roto también.
Mi profunda fe en que el amor es la razón por la que venimos a esta existencia, ya no me sostenía, porque no comprendía cómo lo que me había pasado era un plan amoroso de Dios, del Universo.
Me llevó meses sanar, y finalmente lo he hecho.
Necesité romperme en mil pedazos, para poder observar cada pieza, y decidir cuales quería que siguieran siendo parte de mi vida.
Comprendí que puedo aguantar mucho, pero que a veces la lección no es aguantar, sino dejar ir.
Aprendí que no hay elecciones equivocadas, me quedo o me voy, lo que hay son motivaciones equivocadas.
Por mucho tiempo, de muchas maneras, el miedo ha sido lo que me ha motivado: me quedo en este lugar porque me da miedo irme a lo desconocido, me quedo en este trabajo porque temo no poder hacer otro, me quedo con esta gente porque temo quedarme sola.
Desde entonces he decidido preguntarme siempre "¿por qué estoy eligiendo ésto?".Si la respuesta empieza con "por miedo a", entonces ya sé que tengo que armarme de coraje para afrontar lo que sea que me de miedo.
Así tomé la desición de tomarme 2 meses de vacaciones en Indonesia.
Dudé por un tiempo, "tengo miedo a que no me alcance la plata", "tengo miedo a viajar a otro país sola", en el fondo algo me susurraba "tengo miedo a no poder sola".
Por unas 2 semanas vi mis sombras, mis miedos, lloré un montón. Me pregunté para que me incomodaba así si podía agunatar unos meses más donde estaba, y saltar de Australia a Nueva Zelanda (donde empiezo mi visa en octubre).
Hice ese duelo de los viejos hábitos que necesitaban morir, el miedo como identidad, para dar lugar a la versión de mi que hacía tiempo estaba lista para nacer. Sabiendo todo el coraje y la valentía que tiene, que conoce el camino andado, la transformación, y que sabe de su grandeza y su poder interior.
He practicado la meditación muchísimo, para aprender a calmar mis aguas internas.
He empezado a practicar cambiar el color de mis pensamientos, traerlos a la Luz, ver lo positivo, lo abundante, en vez de imaginarme lo peor. Empecé a traer mi mente al aquí y ahora, cada vez que se me escapaba un par de semanas en el futuro y me imaginaba viajando sola y me daba ansiedad.
Aprendí a bajarle el volumen a mis miedos, lo suficiente como para escucharlos, pero no como para que me aturdan y no me permitan escuchar nada más.
Y así dejé entrar la Luz de nuevo.
Así pude empezar a escuchar los mensajes que me mandaba el Universo. A través de personas cargadas de amor, a través de frases, de canciones, de números, de sueños. Finalmente pude escucharlo todo, incluyendo a mi alma, que adentro mío, hacía tiempo que me venía diciendo que confiara, que todo iba a estar bien.
El 6 de agosto salió mi vuelo para Bali, y mientras estaba en la sala de embarco esperando, sentía una calma y una paz en mi interior, que me hizo enorgullecer.
Pude ver todo el camino andado y agradecerlo. Cada duelo que me ha llevado a mudar de piel, para encontrarme con esta Flor, cada vez más conectada con todo lo que tiene su interior, mi versión más genuina, mi verdadero Yo Soy.
Hoy hace 12 días que estoy en Bali, y me he sentido conectada con la vida y conmigo misma, con mi poder interior, más que nunca. Y todo está bien.
He comprendido que no tengo que resistir los miedos, que negarlos no los hace desaparecer.
He comprendido que los miedos son grandes maestros, pero que sólo deben ser oídos, no habitados, porque entonces sí los manifiesto.
Al final, comprendo que los miedos nos vienen a susurrar cosas sobre nosotros, para conocernos un poco más, para conocer lo que nos ata y no nos permite elevarnos. Vienen a mostrarse para saber que cuando los sentimos, tal vez nuestra alma nos está queriendo decir que vamos por buen camino. Que el camino que asusta es el desconocido, pero al final, la vida es un camino del que no conocemos el mapa, pero sabemos que nuestra alma conoce el camino y nos guía. Nos susurran que nos animemos a confiar, en nosotros mismos.
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